Influencia del hombre en el medio ambiente

La influencia humana sobre el medio ambiente


Envenenamiento que la revolución industrial ha dejado

Muchos años han pasado desde que la influencia humana sobre el medio ambiente fue muy escasa.

Posteriormente, a pesar de que el hombre conoce el fuego, se vuelve sedentario y comienza a romper la tierra, pero eso no es suficiente como para ejercer algún daño a la naturaleza. Tampoco lo es la caza, la pesca y la minería artesanal. Estos pueden ser considerados como fenómenos locales. No obstante, a partir de la revolución industrial iniciada en Inglaterra con la invención de la máquina a vapor en el siglo XVIII, en forma precipitada se suceden los progresos técnicos que originan una mayor demanda de comodidad de una población que crece desorganizada y desmesuradamente.

Para alcanzar el primer billón de seres humanos (1825) hubo de pasar varios millones de años desde la aparición del hombre; para alcanzar el billón siguiente, solo se necesitaron 100 años (1925); los 3 billones se alcanzaron 35 años después (1960); los 4 billones 16 años más tarde (1976). Hoy, después de 31 años, tenemos 6 billones (2007). La ONU pronostica que si este crecimiento sigue igual, en el 2050 habrá una población de 12 billones de personas.

A nivel mundial se ha demostrado que se sacrifican 93 hectáreas de tierra por término medio cada vez que el número de habitantes de una ciudad aumenta en mil unidades. Con el ritmo así, los recursos agrícolas del mundo pueden disminuir considerablemente. Los árboles cubrían antes la mitad de la superficie terrestre, hoy no cubren ya ni la cuarta parte. Los bosques van retrocediendo por ser armados para proporcionar combustible, materiales de construcción, materia prima (papel) y su utilización en la agricultura. Es una regresión en proporción directa al aumento poblacional.

Si la población de una ciudad se duplica, la superficie de la ciudad se cuadriplica en el mismo tiempo, restándole espacio a los bosques. Este espacio será ocupado por las fábricas debido a la mayor cercanía a la urbe, mayor población y presencia de infraestructura sanitaria. Poco optimista me siento en relación al éxito de las campañas para detener el calentamiento global. Las potencias económicas, algunas de las cuales son dirimentes, basan su auge en las industrias y en el competitivo comercio global. El carácter ciclópeo de una campaña de esta naturaleza va asociado al poco o ningún interés de gobernantes en hacer de la ecología una política de Estado. Por la desinformación a la que es sometida la población en campañas publicitarias de productos industriales, no hay conciencia de cuánto se afecta al medio.

 Y como van las cosas, doy poco crédito al hecho de que se trate de evitar la deforestación, la contaminación de las aguas, la desertificación de la tierra, la polución del aire, la disminución de la capa de ozono, el sobrecalentamiento de la atmósfera, si el factor generador de todo aquello es la necesidad refleja de una población en rápido crecimiento que demanda recursos para su subsistencia.

Las industrias, muy a su pesar, tendrán que hacer frente a esta demanda aumentando la producción, con el consiguiente incremento de la polución. Se cierra así un círculo vicioso. La solución está dirigida al respeto de las leyes ecológicas, a la reducción de las sustancias y actividades polucionantes mediante nuevas fuentes de energía y al reciclaje de estas sustancias; pero, principalmente, a examinar la relación entre progreso, provecho, superpoblación y medio ambiente.
Debe existir una política gubernamental vinculante y tendiente a la investigación, prevención y solución de este “regalo” envenenado que la revolución industrial nos ha entregado.

Jaime Peña A.,
doctor, Guayaquil

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